martes, 12 de febrero de 2008

Resumiendo, que es gerundio

Me pidió alguien quien me encontró después de diez años que le contara qué hice en todos este tiempo. Y yo todavía me pregunto qué decirle, qué responderle, porque no es tan fácil resumir en pocas líneas tanto tiempo, y porque da un poco de miedo hacerlo, dado que es de alguna manera un enfrentamiento con los sueños de antes, una manera de comprobar si uno ha conseguido lo que quería en esta vida, o si ha fracasado en el intento.
Hace diez años llegué a España, y una tarde de octubre me senté en una de las clases de Periodismo al lado de Paola. Ya os conté en un post anterior cómo fue para mi ese año 1998; los dos siguientes se le parecieron mucho en cuanto al trabajo, aunque ya no andaba tan perdida y tan asustada como al principio. Terminé Periodismo en tres años y el Superior de piano también; mientras tanto hice algunas amistades que me duran todavía, puteé a unos cuantos tíos a los que no echaba ninguna cuenta, trabajé de todo lo que me ofrecieron: pianista acompañante, azafata, traductora, guía turístico... En los veranos me iba a mi país y me pasaba tres meses trabajando en diferentes periódicos, desde los locales hasta los nacionales. Conocí allí a profesionales fascinantes, escribí desde las crónicas de carreras de perros, pasando por inundaciones en el sur de Polonia, hasta la tregua de ETA de aquel momento, y me lo pasé pipa; pero terminé la carrera sabiendo que aquello no era para mí, que si elegía trabajar en esta profesión me quemaría muy pronto. Sabía que quería escribir, pero otras cosas, y me tuve dar tiempo de descubrir qué era, o quién era yo de verdad.

Así es como empecé los estudios de doctorado. Y qué buenos recuerdos tengo de este primer año en el que sólo asistimos a algunos seminarios y escribimos algunos trabajos, de los cuales algunos nos apasionaron hasta el punto de marcar el hilo que seguimos luego en nuestras investigaciones. Por lo menos es lo que me pasó a mí; entré en el doctorado con la intención de investigar la propaganda política de los países del Este de Europa en la era del comunismo, y terminé investigando escritores soviéticos perseguidos por Stalin en los años 20 y 30, y todo por la culpa del trabajo que hice para seminario de Literatura Comparada (y que se puede leer aquí, aunque con las conclusiones cortadas). Pero para mi el doctorado fue también poder descansar por fin de la loca carrera de obstáculos que fueron para mi los años de la facultad, poder quedar con los amigos en casa de Alberto para discutir infinitamente y ver películas absurdas, leer hasta que los ojos se cerraban sin remedio... Y fue también el año en el que me enamoré pérdidamente y fue un amor muy bonito, aunque luego acabara tan mal; lo único malo fue que él vivía en el norte de España, así que los viajes empezaron a marcar mi calendario, mi agenda, mi ritmo de vida.

Siempre me había gustado viajar, pero en aquella época esa palabra significaba no sólo atravesar kilómetros y ver cosas nuevas, sino también llegar a esos brazos que me esperaban con impaciencia.. Me enamoré de él y me enamoré de los viajes, e hice un pacto con mi amiga Liliana que sigue vigente hasta hoy en día; es por eso por lo que hasta en el viaje más insignificante busco siempre una postal y un sello para mandársela, para dejar constancia de mis pasos. Dice ella que ya tiene toda una caja llena de mis postales porque, aunque mi amor en algún momento se fue, el amor hacia los viajes quedó, y antes de un viaje ya estoy planeando el siguiente.

Entre tanto viaje sobrevino el desastre, y el amor se acabó, sin que yo entienda todavía por qué. Pero quizás eso ya da igual; lo importante es que para mi fue como si la tierra se me fuera de debajo de los pies, como si cayera en un abismo muy profundo que no sabía hacia donde me llevaba. Mi reacción fue una huída hacia delante, relaciones con hombres a los que realmente no quería, pero que por un momento lograban anestesiar mi dolor, cubrir el hueco que me quedaba dentro. Creo que mantenerme ocupada fue lo que salvó mi cordura: empecé otra carrera en la UNED (de la que me quedan ya pocas asignaturas para terminar...), hice postgraduado de piano en Conservatorio Superior de Madrid, terminé la tesina, empecé otra carrera más que sigo estudiando... Vamos, que convertí mi currículum en algo absolutamente repelente, como dicen mis amigos. Con 25 años empecé a trabajar en una escuela de música; un año más tarde saqué las oposiciones y, después de pasarme dos años dando clases en Grado Medio, me pasé hace dos al Superior, donde trabajo como pianista acompañante (quiere decir, toco con alumnos de otros instrumentos, violín en mi caso, cuando necesitan el acompañamiento de piano). Empecé a escribir, tuve mi primer blog, y volví a encontrarme con mi amor de hacía años, cosa que no fue más que un enorme error por mi parte. Cogí una mala costumbre de terminar mis relaciones con los hombres diciéndoles exactamente lo que pensaba de ellos, cosa que resistieron pocos.

Creo que recapitular así por encima los últimos diez años de mi vida me hace ver quién soy ahora. Y lo bien que me encuentro, a pesar de algunas cosas. Tengo un trabajo fantástico del que disfruto mucho, y que además me deja vivir, me deja tiempo para mi misma. Disfruto tocando el piano, quizás más que nunca, aunque eso es material para otro post. Tengo tiempo para leer, para escribir, para hacer fotos, ver una película tras otra. Tengo tiempo para mis amigos, de los que algunos se fueron, pero otros siempre permanecen aquí, en mi corazón y en mi vida. He aprendido a estar sola, y la falta de compañía masculina no me pesa tanto como antes. He comprado un piso que se convirtió en mi hogar, y en el que nunca me siento sola, porque me rodean mis libros, los objetos que compro a lo largo de mis múltiples viajes, y porque además a menudo vienen mis amigos a comerse un trozo de tarta y conversar a la luz de las velas. Me aprieto las tuercas cuando quiero; pero cuando quiero desconecto de todo y de todos, ralentizo mi vida hasta casi paralizarla. El tiempo me pertenece. Y las palabras, las que moldeo a mi antojo a pesar de que a veces se resistan. El mundo tiene muchos tesoros por descubrir. Y yo soy la única dueña de mi vida.

Creo que soy feliz. Y sin embargo siento en la punta de los dedos que me espera un cambio, no sé de qué naturaleza, pero un cambio al fin y al cabo. Lo bueno de esta recapitulación es que no será la última ni mucho menos; espero que todavía me quede tanto tiempo por delante, y tantas cosas que contar... Y espero, a mi manera, que vosotros seáis mis testigos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiene un no se qué extraño eso de aparecer como fantasma en las historias vitales de otros. A veces, cuando mi historia y la del otro están estrechamente ligadas, la cosa es más natural, se vive casi a la vez, se sabe por dónde se anda. Tú, que eres una constante en esta última década, me incluyes en algunos momentos, apareciendo aquí y acullá, como esos Guildenstern y Rosencrantz que salían en Hamlet, pero mucho más por los lados del reino del príncipe de Dinamarca que sobre el propio escenario...

Martika dijo...

Eres una parte importante de algunos años de mi vida que considero particularmente buenos para mí, no te extrañe, por tanto, aparecer en mis resumenes, mis historias. Y créeme, me da mucha pena que no aparezcas más, aunque lo entiendo; son los caminos de la vida. Pero quiero que sepas que para mi siempre seguirás siendo parte del escenario.
Un beso

Anónimo dijo...

uy, uy, uyyyy...tu visión de las relaciones con los hombres en estos 10 años no la veo muy objetiva...creo que aparte del del norte hubo alguno por el sur al que sí querias algo...y tu no le dijiste la verdad de los motivos de la ruptura; te los dijo él...
Besotes y hasta la próxima merienda!

Martika dijo...

De todo hubo, de todo; pero tampoco quería hacer de este post una lista de mis batallitas amorosas; se me quedaría demasiado largo :P ...
Y lo de mariposillajuguetona? Si eres quien creo no te pega nada...