jueves, 21 de febrero de 2008

A pie de la valla (electoral)

Me encantan las campañas electorales. Y no es precisamente porque las notas del himno del PP, tan abundantemente amplificado en los mítines, me lleven al extasis musical, no; es porque las campañas electorales en general, y en España en particular, son como los concursos de monólogos (y nunca mejor dicho, porque parece que ningún partido escucha al otro): para mearse de risa.

Para empezar están las promesas electorales. A mi la que más me gusta es la que hizo Rajoy sobre plantar los árboles: nada más ni nada menos que 500 millones durante cuatro años. Una octava parte de lo que hace falta plantar para salvar la Tierra del cambio climático. A razón de 14 mil árboles por minuto. Ole sus huevos. Será que su primo al final le convenció de que no sólo hace falta salvar la España grande, una y libre de las socialistas destrozapatrias, sino también hay que echar una manita al planeta. Así en plan Superman. (Por cierto, la familia de Rajoy le debe querer un montón, porque vaya manera de destrozar la carrera de su primo que, por lo que me cuentan, es un científico brillante...). Yo lo que no entiendo cómo es que los ciudadanos holandeses y los habitantes de Venecia no se cambian de nacionalidad en tropel para poder votar a Mariano Rajoy, que a este ritmo evitará el derretimiento de los polos y, por consiguiente, el hudimiento en el mar de los arriba citados.

Los 400 euros de Zapatero no me parecen mal. Ahora, ¿me los podría adelantar ya? Es que me voy de vacaciones, y no me vendrían nada mal... Y otra cosa, ¿eso va a ser así ya durante todo el mandato, o solamente este año? Porque si es lo último, yo voto por hacer elecciones todos los años (aún con la implicación de padecer todos los años la campaña electoral).

De todos modos la campaña acaba de empezar, y todavía escucharemos seguramente algunas propuestas "creativas" de nuestros queridos políticos. Mientras tanto, podemos maravillarnos lo estupendo que queda el eslogan de este u otro partido. ¿Qué os parece, por ejemplo, el "Vivimos juntos, decidimos juntos" de PSOE? Todo eso con una bonita foto de Zapatero en pose reflexiva. Coño, yo no sabía que Zapatero vivía conmigo, pero ya entiendo cómo es que a veces encuentro las cosas fuera de su sitio y la tapa del vater levantada. No importa. Eso sí, para la Conferencia Episcopal eso tiene que ser un pecado: la convivencia sin matrimonio... Y lo de "Vota con todas tus fuerzas". Que yo sepa, en las urnas lo de fuerza no sirve de mucho. Al no ser que alguien quiera cagarse en los muertos de alguien. Pero eso en un colegio electoral no es demasiado saludable.

Vamos ahora a por PP, el partido de la gaviota. "Con cabeza y corazón", dicen. Yo que ellos tenía cuidado con utilizar tanta palabra con zeta. No vaya ser que se les confundan los votantes y tropiecen cayendo hacia la izquierda. Que también lleva zeta, por cierto. Dicen además por allí que este lema, con el añadido de "mano dura" ya fue utilizado por otras campañas, no demasiado exitosas. Menos mal que por lo menos quitaron lo de mano dura, aunque lo de corazón tampoco suena demasiado creíble.

En fin, tantos años de estudio de la propaganda política, del marketing político y todo eso, y no podemos llegar a cotas más altas de creatividad en publicidad política. Y sólo estamos al principio...

Seguirá... (desgraciadamente...)

miércoles, 20 de febrero de 2008

Momentos musicales

La música escuchada en directo es magia pura. Y es lo que uno espera cuando va a un teatro para escuchar a un músico de gran renombre, como fue el caso de Grigori Sokolov que tocó este domingo en el sevillano Teatro de la Maestranza. Indudablemente es un pianista maravilloso; no hace falta más que prestar atención a su extraordinaria articulación, la claridad de la pedalización, la precisión casi matemática de sus gestos, frases, respiraciones, que hizo de las sonatas de Mozart que interpretó todo un espectáculo. Y sin embargo lo que yo más esperaba, los Preludios op. 28 de Chopin, esa colección tan soberbia de miniaturas, me ha dejado absolutamente fría, sin emocionarme, y eso que yo soy de estas que sale de los recitales de piano con lágrimas en los ojos. En algunos preludios me faltó empuje, en otros los tiempos me parecieron excesivamente lentos, casi estáticos; era como un intento eterno de llegar a alguna parte que siempre se veía frustrado. Y no se si es porque son sonidos que me acompañan en mi vida desde que nací, o porque había algo en el teatro que me provocaba una extraña sensación de tensión, pero no pude disfrutar del todo del recital.

El público tampoco ayudó en ello. Se que parece una exageración, pero cada vez que voy a Maestranza siento realmente la vergüenza ajena, y luego hasta una especie de miedo, porque parece que estoy viviendo en una ciudad de tísicos que, por alguna extraña razón, eligen el teatro como su sanatorio particular. Y, aunque Chopin murió de tuberculosis, las toses y estornudos no ayudan demasiado en la recepción de su música. Y que decir de esas señoras que tardan cinco minutos en desenvolver sus puñeteros caramelos, de las parejas metiéndose mano, de gente haciendo comentarios casi en voz alta. Vamos, que cuando a alguien se le cayeron unas cuantas monedas al suelo, casi me extrañó que no se lanzara a recogerlas a tientas y que no chocara con cabezas de otros intentando hacer lo mismo. Y lo peor es que la cosa no mejora con los años, sino parece empeorar cada vez más.

Con todo eso, la primera de las innumerables propinas, un sencillo vals juvenil de Chopin (creo que fue la primera pieza de Chopin que toqué en mi vida, y de eso ya hace más de veinte años...) fue exactamente aquello que yo quería escuchar ese día. Y sólo por oír esas notas cristalinas del piano el concierto valío la pena.

martes, 19 de febrero de 2008

Burbuja

Me gustan mis mañanas tranquilas. Me gusta levantarme y saber que mis horas me pertenecen, que hasta bien entrada la tarde no tengo que presentarme en el conservatorio, que el tiempo va pasando lentamente. Me gusta desayunar una buena tostada mientras leo los primeros correos electrónicos del día, rodeada de mis libros, discos, libretas, objetos comprados en mis numerosos viajes. Son aquellas horas en los que puedo olvidarme de las cosas de las que no quiero acordarme, en los que puedo fingir por un momento que el mundo fuera de las paredes de mi piso no existe, que aquello que veo tras los cristales de las ventanas no es más que una escenografía de cartón piedra. Son horas particularmente creativas, aquellas en las que con facilidad fluyen palabras o notas musicales, o aquellas en las que las lecturas son plenamente lúcidas, no enturbiadas por el cansancio. Y sin embargo a veces el mundo irrumpe sin que yo quiera en mi pequeño universo, y me entero de cosas de las que preferiría no enterarme, y la realidad me golpea de pronto, además muchas veces a través de bocas de gente amiga que no es para nada consciente de que de alguna manera me hacen daño. Y mi pequeña burbuja se rompe, y duele, y las lágrimas aparecen otra vez en el corazón, y otra vez no queda otra que recoger los pedacitos e intentar pegarlos de alguna manera. Cada vez me siento más como un jarrón antiguo, roto y reconstruido ya tantas veces que cualquier leve movimiento puede romperlo. Y tengo la tentación de quedarme quieta en alguna estantería, protegida por algún cristal resistente, para que nadie pueda acercarse. Pero en el sabor salado de la última lágrima encuentro fuerza para volver a olvidar otra vez y para esbozar una sonrisa; fuera, el sol calienta las calles que son el escenario de mi vida.

lunes, 18 de febrero de 2008

Invitación



Este año he organizado con mis alumnos todo un ciclo de conciertos dedicado solo y exclusivamente a sonatas. Serán en total cuatro conciertos, repartidos a razón de uno por mes, entre febrero y mayo, y empezamos ya esta semana: el miércoles, a las 19.30, en el aula 14 (que hace de sala de conciertos, ya que carecemos de tal) del Conservatorio Superior de Música en calle Baños nº48, el que se acerque podrá escuchar dos sonatas para viola y piano: la "Arpeggione" de Schubert y la segunda sonata de Brahms, un programa realmente encantador. Ya os iré avisando de los demás conciertos, por si alguien tiene ganas de venir; irán dedicados a sonatas de violín y piano, primero las de Beethoven, luego las de Brahms, y luego un programa de compositores franceses. Espero ver a alguno de mis lectores allí!!!

jueves, 14 de febrero de 2008

Sábana de arriba

Iba a escribir un post sobre el amor. Pero no quiero aguar la fiesta a los que estén enamorados, porque el amor puede ser a la vez el sentimiento más noble y más rastrero de todos los que existan, nos hace volar, pero también es la vorágine que nos arrastra hacia los instintos más bajos del ser humano. La mayoría de las veces confundimos el amor con el miedo a la soledad; y esa confusión es terrible, porque a veces nos hace perder nuestro propio yo, tirar por la borda nuestros principios, olvidarnos de la lealtad, de la amistad, de todo lo importante. El amor nos hace felices, pero también nos hace mentirosos, nos ennoblece, pero también nos hace más débiles, más frágiles. Todos lo anhelamos, pero realmente pocos lo sienten; y la mayoría piensa que el amor es esa costumbre de tener a una persona cerca.

No voy a continuar; hoy es San Valentín, y ya de todos modos estaremos del tema hasta la coronilla. Os dejo un precioso poema de Oscar Hahn, titulado, como os podéis imaginar, "Sábana de arriba":


Me instalé cuidadosamente doblado
entre la ropa blanca del closet
Sacaste las sábanas de tu cama
y me pusiste de sábana de arriba

Te deslizaste debajo de las tapas
y te cubrí centímetro a centímetro

Entonces fuimos barridos por el huracán
y caímos jadeando en el ojo de la tormenta

Ahora yaces bañada en transpiración
con la vista perdida en el cielo raso

y la sábana de arriba aún enredada entre las piernas.

martes, 12 de febrero de 2008

Resumiendo, que es gerundio

Me pidió alguien quien me encontró después de diez años que le contara qué hice en todos este tiempo. Y yo todavía me pregunto qué decirle, qué responderle, porque no es tan fácil resumir en pocas líneas tanto tiempo, y porque da un poco de miedo hacerlo, dado que es de alguna manera un enfrentamiento con los sueños de antes, una manera de comprobar si uno ha conseguido lo que quería en esta vida, o si ha fracasado en el intento.
Hace diez años llegué a España, y una tarde de octubre me senté en una de las clases de Periodismo al lado de Paola. Ya os conté en un post anterior cómo fue para mi ese año 1998; los dos siguientes se le parecieron mucho en cuanto al trabajo, aunque ya no andaba tan perdida y tan asustada como al principio. Terminé Periodismo en tres años y el Superior de piano también; mientras tanto hice algunas amistades que me duran todavía, puteé a unos cuantos tíos a los que no echaba ninguna cuenta, trabajé de todo lo que me ofrecieron: pianista acompañante, azafata, traductora, guía turístico... En los veranos me iba a mi país y me pasaba tres meses trabajando en diferentes periódicos, desde los locales hasta los nacionales. Conocí allí a profesionales fascinantes, escribí desde las crónicas de carreras de perros, pasando por inundaciones en el sur de Polonia, hasta la tregua de ETA de aquel momento, y me lo pasé pipa; pero terminé la carrera sabiendo que aquello no era para mí, que si elegía trabajar en esta profesión me quemaría muy pronto. Sabía que quería escribir, pero otras cosas, y me tuve dar tiempo de descubrir qué era, o quién era yo de verdad.

Así es como empecé los estudios de doctorado. Y qué buenos recuerdos tengo de este primer año en el que sólo asistimos a algunos seminarios y escribimos algunos trabajos, de los cuales algunos nos apasionaron hasta el punto de marcar el hilo que seguimos luego en nuestras investigaciones. Por lo menos es lo que me pasó a mí; entré en el doctorado con la intención de investigar la propaganda política de los países del Este de Europa en la era del comunismo, y terminé investigando escritores soviéticos perseguidos por Stalin en los años 20 y 30, y todo por la culpa del trabajo que hice para seminario de Literatura Comparada (y que se puede leer aquí, aunque con las conclusiones cortadas). Pero para mi el doctorado fue también poder descansar por fin de la loca carrera de obstáculos que fueron para mi los años de la facultad, poder quedar con los amigos en casa de Alberto para discutir infinitamente y ver películas absurdas, leer hasta que los ojos se cerraban sin remedio... Y fue también el año en el que me enamoré pérdidamente y fue un amor muy bonito, aunque luego acabara tan mal; lo único malo fue que él vivía en el norte de España, así que los viajes empezaron a marcar mi calendario, mi agenda, mi ritmo de vida.

Siempre me había gustado viajar, pero en aquella época esa palabra significaba no sólo atravesar kilómetros y ver cosas nuevas, sino también llegar a esos brazos que me esperaban con impaciencia.. Me enamoré de él y me enamoré de los viajes, e hice un pacto con mi amiga Liliana que sigue vigente hasta hoy en día; es por eso por lo que hasta en el viaje más insignificante busco siempre una postal y un sello para mandársela, para dejar constancia de mis pasos. Dice ella que ya tiene toda una caja llena de mis postales porque, aunque mi amor en algún momento se fue, el amor hacia los viajes quedó, y antes de un viaje ya estoy planeando el siguiente.

Entre tanto viaje sobrevino el desastre, y el amor se acabó, sin que yo entienda todavía por qué. Pero quizás eso ya da igual; lo importante es que para mi fue como si la tierra se me fuera de debajo de los pies, como si cayera en un abismo muy profundo que no sabía hacia donde me llevaba. Mi reacción fue una huída hacia delante, relaciones con hombres a los que realmente no quería, pero que por un momento lograban anestesiar mi dolor, cubrir el hueco que me quedaba dentro. Creo que mantenerme ocupada fue lo que salvó mi cordura: empecé otra carrera en la UNED (de la que me quedan ya pocas asignaturas para terminar...), hice postgraduado de piano en Conservatorio Superior de Madrid, terminé la tesina, empecé otra carrera más que sigo estudiando... Vamos, que convertí mi currículum en algo absolutamente repelente, como dicen mis amigos. Con 25 años empecé a trabajar en una escuela de música; un año más tarde saqué las oposiciones y, después de pasarme dos años dando clases en Grado Medio, me pasé hace dos al Superior, donde trabajo como pianista acompañante (quiere decir, toco con alumnos de otros instrumentos, violín en mi caso, cuando necesitan el acompañamiento de piano). Empecé a escribir, tuve mi primer blog, y volví a encontrarme con mi amor de hacía años, cosa que no fue más que un enorme error por mi parte. Cogí una mala costumbre de terminar mis relaciones con los hombres diciéndoles exactamente lo que pensaba de ellos, cosa que resistieron pocos.

Creo que recapitular así por encima los últimos diez años de mi vida me hace ver quién soy ahora. Y lo bien que me encuentro, a pesar de algunas cosas. Tengo un trabajo fantástico del que disfruto mucho, y que además me deja vivir, me deja tiempo para mi misma. Disfruto tocando el piano, quizás más que nunca, aunque eso es material para otro post. Tengo tiempo para leer, para escribir, para hacer fotos, ver una película tras otra. Tengo tiempo para mis amigos, de los que algunos se fueron, pero otros siempre permanecen aquí, en mi corazón y en mi vida. He aprendido a estar sola, y la falta de compañía masculina no me pesa tanto como antes. He comprado un piso que se convirtió en mi hogar, y en el que nunca me siento sola, porque me rodean mis libros, los objetos que compro a lo largo de mis múltiples viajes, y porque además a menudo vienen mis amigos a comerse un trozo de tarta y conversar a la luz de las velas. Me aprieto las tuercas cuando quiero; pero cuando quiero desconecto de todo y de todos, ralentizo mi vida hasta casi paralizarla. El tiempo me pertenece. Y las palabras, las que moldeo a mi antojo a pesar de que a veces se resistan. El mundo tiene muchos tesoros por descubrir. Y yo soy la única dueña de mi vida.

Creo que soy feliz. Y sin embargo siento en la punta de los dedos que me espera un cambio, no sé de qué naturaleza, pero un cambio al fin y al cabo. Lo bueno de esta recapitulación es que no será la última ni mucho menos; espero que todavía me quede tanto tiempo por delante, y tantas cosas que contar... Y espero, a mi manera, que vosotros seáis mis testigos.

sábado, 9 de febrero de 2008

En deudas

Debo algún que otro mail que todavía está sin respuesta (es que me gusta madurarlas :P). Debo paseos atrasados y muchas tapas y muchos cafés con los amigos. Debo algún que otro post que tengo pensado desde hace tiempo; el próximo creo que va a resumir los últimos diez años de mi vida, porque me lo han pedido, y porque así, de repente, me apetece contarlos. Y hoy pensaba devolver algunas de mis deudas, pero acabo de salir del periodo de exámenes y de la gripe, y además al lado de la cama me esperan un montón de libros, entre los que están las poesías completas de Kapuscinski, una antología de Enrique Gracia Trinidad y dos libros que compré hoy exclusivamente por sus títulos: un poemario de Mercedes Cebrián, "Mercado común", y un librito de Jabier H. Pizarroso que se llama "Suplicando ternura a los gatos" (y no me digáis que el título no es como para comprar el libro). Hoy estoy demasiado cansada para escribir, así que me voy a la cama a leer. Mañana pasaré el día en Cádiz, pero el lunes volveré, a ver si alguien cancela mis deudas por un puñado de palabras.

Regalo



Esta foto es un regalo de mi hermanita. Gracias, Agatita!!!

viernes, 8 de febrero de 2008

Al infinito



La explicación, aquí.

jueves, 7 de febrero de 2008

Locuras

La poesía es una forma de hablar con uno mismo; lo único bueno de hacerla por escrito es que así no te meten en el manicomio...

8 cosas que me hacen sonreír

Hala, me han pasado por allí un meme, y como estoy poco inspirada, pues lo voy a hacer. Se trata, evidentemente, de escribir 8 cosas que te hacen sonreír. Lo mío es un serio problema, porque dada mi innata incapacidad de contener las lágrimas, lo que me provoca sonrisa también puede provocarme un llanto interminable, aunque confieso que esto va un poco en función de si en el día en concreto estoy ovulando o no (que sí, que sí, que las hormonas son una putada...). En fin, allí van:

1. Despertar viendo el sol detrás de la ventana. Si es con alguien que me da un abrazo y que no ha roncado toda la noche, mejor.
2. Mis amigos, especialmente cuando me dicen que estoy loca.
3. Mi hermana, cuando me dice ídem.
4. Un buen pastel de chocolate (Dios, pero que básica y que fácil de contentar soy).
5. Juan Carlos cuando me dice que le molo, Juanjo cuando me llama valquiria y Alberto cuando me llama la no-Penélope.
6. Las clases con mis alumnos (aunque algunas también son para llorar). Tocar el piano cuando estoy hasta los ... de todo.
7. Andar por el césped con pies desnudos. La playa también vale, pero sólo cuando la arena no quema :P
8. Una discusión acalorada sobre cualquier tema interesante.

Como véis, he procurado obviar respuestas obvias (valga la redundancia), como besos, caricias... que a mi eso no me hace sonreír, sino me acelera el pulso, jeje.

Paso el meme a todos los que tengan ganas de hacerlo. Y el que no tenga blog, lo puede hacer aquí en los comentarios, que no veas lo que se ha animado la cosa últimamente entre tanto anónimo.

martes, 5 de febrero de 2008

Recortes

Este año, inevitablemente, se está conviertiendo en un resumen, en una carpeta de recortes que de alguna manera quieren organizarse, agruparse, tejer un hilo inequívoco en el tiempo. Por más que intento evitarlo, hay cosas que permanentemente invitan a recordar, a echar la vista atrás; las preguntas de Alberto sobre qué hacíamos en el año 1998, el encuentro vía Internet con mis antiguos compañeros de colegio/instituto de cuando todavía hablaba y escribía en otra lengua (con algunos de ellos pasé 11 años en el mismo aula, pero eso merece un post aparte), las charlas con Juanjo o con Alberto acerca de no dejar nunca de hacer cosas que uno desea hacer y que a lo mejor ha pospuesto en algún momento, el hecho que me haya encontrado alguien de quien no pensaba volver a tener noticias. Y no sé por qué tan repentinamente se hace este bucle en el tiempo, pero es como si algo me estuviera preparando para cruzar la línea de los 30 años que cumpliré dentro de unos meses, o como si me estuviera esperando algún cambio que previamente exigiera recapitular lo que ha sido hasta ahora para dar el paso siguiente con más convicción, con más fuerza. No lo sé. Pero hoy, dejando otras reflexiones para otros post, empezaré con contar mi año 1998.

A estas alturas del 98 yo apenas llevaba unos meses en España. Pasaba las mañanas tocando el piano y las tardes en la facultad de Ciencias de la Información, como se llamaba por aquel entonces, en un edificio que se nos caía a cachos. Estaba perdida entre el bullicio de mis compañeros, iba a los exámenes con diccionario debajo del brazo, y me sentaba con un grupo de cinco chicas de las que dos, Paola y Marta, siguen siendo mis amigas. En primer trimestre cogía apuntes con lápiz, para corregir luego las faltas; en el segundo la mitad de clase me los pedía para fotocopiarlos. Sacaba unos cinco libros a la semana de la biblioteca, y era la primera que se quedaba dormida en todas las fiestas y salidas nocturnas. Todavía no conocía a Alberto, ni a Lola, ni a Diana; eso sí, Alma ya se convirtió en alguien importante para mi. En clases más aburridas escribía cartas muy largas a mi amiga Liliana, a la que le describía este mundo para mi todavía incomprensible. No leía poesía, y mucho menos la escribía. Era muy tímida, y además siempre temía no entender bien lo que me decían. En algún momento apareció alguien en mi vida, pero luego se fue lejos. Ese año saqué notas mediocres, pero asistí a clases maravillosas de Adrián, Manuel Ángel o Pilar. Me sentía sola. Me sentía extraña. Me sentía perdida.

Definitivamente, es un año al que no me gustaría volver.

lunes, 4 de febrero de 2008

Nombrarte

No el poema de tu ausencia,
sólo un dibujo, una grieta en un muro,
algo en el viento, un sabor amargo.

Alejandra Pizarnik, de "Los trabajos y las noches"