domingo, 18 de marzo de 2007

En concierto/2

Aquel día hice un largo día de ida y de vuelta, y tenía fiebre, pero una promesa es una promesa y yo te prometí tocar en el concierto que organizabas en el teatro de aquel pequeño pueblo que se adentraba ya en la sierra. Estabas ocupado detrás del escenario en coordinar todo aquel jaleo, pero tus ojos brillaron con una luz especial cuando llegué, como diciéndome que esa noche no iba ser igual que todas las noches. La gente entraba y salía del escenario, sonaba una y otra obra, el movimiento era constante. Pero justamente cuando llegó mi turno pusiste tu mano sobre mi hombro indicándome que esperase. El telón bajó, se apagaron todas las luces y el piano quedó iluminado tan sólo por una pequeña vela cuaya luz apenas hacia visible el teclado. Sólo cuando de mis dedos brotaron las primeras notas de "Claro de luna" de Debussy, el telón empezó a subir descubriéndome al público; un público que parecía no existir, porque el silencio era tan absoluto que juraría haber podido escuchar el movimiento de la llama de la vela y tu respiración pausada detrás del escenario. Bajé del escenario en silencio, porque todavía durante un largo momento la gente que llenaba el teatro no se atrevió a interrumpir la magia con sus aplausos.
Aquella noche tus ojos brillaron todavía para mi en otras penumbras; y cuando nuestros cuerpos se mezclaban y entrelazaban, yo seguía escuchando aquellas notas que parecían flotar en el aire que nos rodeaba...

miércoles, 14 de marzo de 2007

En concierto

La mañana parece ser como todas las mañanas, y eso es lo que intentas pensar, pero en el fondo de los dedos sabes que no es asi. Al pasar al lado del piano lo miras con desafío en la mirada, como queriendo decirle que tú eres quien manda, que más vale que no se subleve, que tú eres el amo de la situación. El día pasa como cualquier otro día, aunque con detalles diferentes y bien conocidos: sacar la ropa del concierto del armario, preparar las partituras, recoger el pelo de la manera que no moleste después de la ducha.... Camino al concierto escuchas la radio con música cualquiera y tarareas las canciones del año de la polka, se te ocurren repentinamente ideas para un poema y cruzas los dedos mientras buscas una plaza de aparcamiento en pleno centro.
Luego, todo va deprisa: un corto ensayo para ver cómo está el instrumento, cambio de ropa, maquillaje, el apuntador que te dice que sólo faltan cinco minutos para empezar, el murmullo del público que notas detrás del escenario justo antes de salir. Los dedos algo fríos, el estómago un poco encogido, el corazón tan consciente de latir con fuerza. Al salir el escenario las luces te ciegan y en el primer momento no ves al público, pero en cuestión de segundos te das cuenta que la sala está llena, y que todos te están esperando precisamente a ti. Saludo, aplausos de bienvenida. El teclado del piano te parece en este momento un viejo amigo al que conoces desde mucho, mucho tiempo, así que le sonríes, como para tranquilizarle, o tranquilizarte. Con la primera nota desaparece el público y estás solamente tú y el piano, un dúo perfecto, invencible, y las notas brotan como milagros de todos los colores. Fuera de ellas, el silencio. Y ya no te importan los aplausos finales, porque te llevas el silencio del público que te escucha, interrumpido sólo por la respiración de la sala que va y viene al ritmo de la música.

sábado, 10 de marzo de 2007

Falta de tiempo

Perdonad que últimamente no escriba, pero ando algo ocupada, por ejemplo tocando cosas tan lindas como esta:
Esta semana tengo dos conciertos con sus ensayos correspondientes, una macro-audición con mis alumnos, un curso y yo que sé qué más. La música contemporánea a veces da dolor de cabeza, sobre todo a la hora de descifrarla. Prometo escribir más a partir de la semana que viene, que es cuando por fin no tendré que aporrear el piano todo el día.
Besos para todos