viernes, 28 de diciembre de 2007

De la importancia de las pequeñas cosas

El escritor debe ver cosas que los demás no pueden o no logran ver, iluminar al mundo, explicarlo a su manera. Los que escriben suelen ser grandes exploradores de lo divino y de lo humano, y esto último lo encuentran no sólo en las palabras grandilocuentes o ideologías más ambiciosas, sino en las cosas más pequeñas, más insignificantes, en una sola palabra o gesto. La poesía más que cualquier otra forma de escritura se centra en aquello en lo que pocas miradas se fijan; ésta es la particular “mirada del poeta” que apenas desvela, apenas sugiere, pero aún así logra sacudir con fuerza, conmover, hacer vibrar o pensar.

Algunas de estas “miradas del poeta” llegan a nosotros con particular fuerza; son estos “puntos de vista” que por un momento coinciden con los nuestros, se hacen nuestros, nos hacen sentir emociones hasta ahora escondidas. Son instantes que a veces se convierten en eternidades, instantes que guardamos en la estantería sabiendo que siempre estarán allí, al alcance de la mano, de la imaginación. Conocemos el mundo a través de ellos y conocemos a nosotros mismos, a veces con alegría del descubrimiento, a veces con un súbito escalofrío. A veces nos hacen heridas, o destapan simplemente las que ya existen, otras nos ponen una tirita allí donde duele.

Todo esto lo escribo porque acabo de leer el último poemario de Wislawa Szymborska, que es de estos poetas cuyos poemas me producen indistintamente el asombro y la envidia, el primero porque cada uno de ellos crea o descubre un mundo nuevo, y la segunda porque me hubiera gustado escribirlos yo. Szymborska es de estas poetas que hace arte de lo más pequeño e insignificante; sus poemas están poblados por objetos inanimados, animales, nubes, personas que están encerradas en su propia realidad, el propio "yo" poético no demasiado convencido de su propia utilidad, pero que observa atentamente para obtener aunque sea unas pequeñas respuestas a preguntas sin fin, preguntas que por un lado tientan a ser explicadas y por otro alivian por existir, como dice en "El horrible sueño de un poeta". Al final todo es relativo, llega a la conclusión en "El viejo catedrático", y una única respuesta no es posible; sólo nos queda seguir interrogándonos siempre, porque en este interrogarse está la esencia de nosotros mismos, y porque es la única salida que tenemos:

En algún lado debe haber una salida,
eso es más que seguro.
Mas no eres tú quien la busca,
ella te busca a ti.
Es ella la que va
tras de ti desde el principio,
y este laberinto
no es otra cosa que tú,
sólo tú, mientras se pueda,
sólo tú, mientras sea tuya,
huida, huida -

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el poema es tuyo?

Martika dijo...

Ya me gustaría, anda que no... Pero desgraciadamente es de Szymborska... :)