miércoles, 26 de marzo de 2008

Estambul (II)





Los gatos son guardianes de la ciudad en Estambul. Con mirada atenta escudriñan al viajero allá donde dirige sus pasos, observando todos sus movimientos con ojos que ven también de noche. La ciudad es suya, y ellos lo saben. Son suyos los pequeños cementerios ubicados al lado de casi todas las mezquitas, por donde se pasean erguidos entre las columnas que marcan las lápidas, semejantes a bosques de mármol. Son suyos los escondites del palacio Topkapi, donde se pasean por las estancias del harem, cubiertas de azulejos turquesas y celestes, como pequeños fantasmas de las mujeres que en su momentos vivieron allí sus vidas de intrigas y desgracias. Son suyos los capiteles de cientos de años que se encuentran al aire libre justo en la entrada a Santa Sofía, Ayasofia, a los que vigilan con aire de superioridad que da la certeza de ser sus únicos dueños legítimos. Son suyos, finalmente, los callejones y las plazas, donde no dudan inspeccionar los puestos en los que se vende cualquier cosa, acercarse a la mano que acaricia y da algo de comer, mezclarse con la gente sin dejar de observar las transacciones, los pasos y los gestos porque, al fin y al cabo, alguien tiene que tener el control sobre el caos en la altiva y vieja Estambul.



2 comentarios:

a veces yo dijo...

Miauu!! Es un placer disfrutar con las fotografías de tu viaje y con las palabras que derramas junto a ellas. Es un placer compartir un café contigo después de tanto tiempo. Mil besos.

Martika dijo...

El placer es mutuo, Isaac :)