martes, 11 de septiembre de 2007

Después...

Atardecer en Bulgaria, julio 2007



El fin del verano no es una cuestión de fechas ni de calendarios que no logran cerrar del todo aquellos días de luz y libertad que se tejen entre los sueños y la cotidianeidad. El fin del verano es un proceso, el de guardar las maletas en un sitio oscuro donde soñarán con pesadillas de los aeropuertos, el de ordenar fotos de aquellos lugares a los que no pertenecemos pero que ya nos pertnecen en nuestra memoria, el de despedir a los compañeros de viajes, aquellos con los que descubríamos el mundo y aquellos que sólo nos acompañaban en los pensamientos. Las postales llegaron ya a sus destinatarios en su vuelo de palomas cansadas, se repartieron todos los regalos que acabarán en el fondo de algún cajón, pero hay todavía sol en las calles y en el aire flota alguna esperanza, frágil y sin aliento. Es entonces cuando cae la primera lluvia después de tantos meses, y la realidad golpea de pronto y con crudeza para devolvernos a la esclavitud de la rutina, a la paciencia de todos los días que marcharán en filas hasta que el sol vuele otra vez alto, todo lo alto que pueda. Y


sólo en una cajita de recuerdos

el mar sigue hablando

con las conchas

1 comentario:

Rafael dijo...

El final de las vacaciones trae igualmente cosas buenas como son los regresos :) Me alegra verte de nuevo, y la sorpresa de hacerlo, que nace precisamente de lo inesperado, lo convierte en algo aún mejor.
Espero poder leerte mucho tiempo por aquí, sin más ausencias.
Un beso, desde el verano.