miércoles, 1 de octubre de 2008

Budapest - Praga, día 7 y despedida



Tras ya tradicional desayuno en nuestro Coffee Heaven pasamos la mañana precisamente así, paseando, esta vez por las calles de lo que antiguamente era el barrio judío de la ciudad. Poco queda de aquello que describían como uno de los sitios más insalubres y pobres de esta parte de Europa, derruido por ordenes imperiales y en cuyo lugar se construyeron casas elegantes, desafiantes, llenas de glamour, de tiendas caras y restaurantes más caros todavía. Y sin embargo hay todavía algunos escaparates que recuerdan su procedencia judía, y en el laberinto de las calles se esconden las viejas sinagogas en las que ya se reza poco.





Alejadas del bullicio tan presente a tan sólo unas pocas calles, en plena Plaza de la Ciudad Vieja, nos sentamos en una tasca sencilla para comer, sin olvidarnos de pedir para el postre un poco de delicioso strudel de manzana. Después paseamos un poco por las calles de la Ciudad Nueva, para encaminarnos a media tarde hacia el otro castillo de Praga, el castillo de Vysehrad, que parece un gran parque amurallado que siempre mira al río y a los tejados de la ciudad desde una posición privilegiada. Las puertas de la iglesia de San Pedro y San Pablo están ya cerradas, pero muestran sus mosaicos de colores vivos a los que sol ilumina directamente, de frente, igual que a sus dos torres altas que confraternan con las nubes. Es hora en punto, y las campanas empiezan a tocar melodías preciosas, como demostrando que sirven para algo más que para hacer un típico y manido ding - dong; sin duda es un momento de magia en este lugar quieto y tranquilo como un gato que descansa en un día de calor.





A nosotras ya no nos quedan muchas fuerzas, por eso paramos un momento al volver por la orilla del río para admirar los cisnes que se desplazan con elegancia por las aguas para recoger los trozos de pan que les echan los viandantes. Todavía vemos la casa danzante con la que emuló Frank Gehry a la pareja Ginger Rogers - Fred Astaire, y descansamos un rato en la plaza de Carlos, pero pronto volvemos al hotel para hacer el equipaje y prepararnos para la vuelta a España. Por la noche nos pegamos todavía un último homenaje de comida; los platos son ligeros, pero en cambio pedimos cuatro postres a compartir entre tres...



El día siguiente es largo; salimos de Praga por la mañana y llegamos a Málaga por la noche, con una pequeña parada en Bruselas que aprovechamos para comprar algunos bombones (y comerlos en el acto...) Menos mal que en el aeropuerto ya nos espera Irene y Basile en cuya casa nos quedamos hasta el día siguiente; Blanca y Paola se van a Sevilla por la mañana, pero yo me quedo hasta la noche. ¿Razón? No estaré en casa hasta que vea esos ojos en cuyo fondo siempre está una sonrisa franca y sincera.

3 comentarios:

Belle dijo...

Qué bonito tu nuevo blog ( nuevo al menos para mí) y qué bonito sigues escribiendo...

Besos

Anónimo dijo...

Veo que como siempre pensamos lo mismo... no se llega a casa hasta que no se encuentra a quien se anhela encontrar.

Me das la luz que necesito para ver lo bella que eres.

Gracias por tu cariño, lo siento conmigo donde quiera que vaya.

Gracias Dios mío...

Anónimo dijo...

Hombre...con el debido respeto...yo llego a mi casa, y muy bien...
Oleee esa Martaaa! que no saca los trapos sucios del viaje jejejejej
Un besazo wapa!